La seriedad de nuestro compromiso

 

La seriedad de nuestro compromiso

(Salmos 15:1-2)

“Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón.” La palabra תם [tom] significa integridad, totalidad, plenitud, inocencia, simplicidad, y sencillez. La cualidad básica necesaria para entrar en el reino de Dios es nacer de nuevo. Sin el nuevo nacimiento, nadie podrá ver el reino de los cielos. El nacimiento de lo alto es experimentado por la gracia, por medio de la fe en Jesucristo, y tiene lugar aparte de las obras meritorias del hombre. Pero en este Salmo se nos dice que la salvación está de alguna manera relacionada con el carácter justo y los hechos nobles del hombre. Lo que esto significa es que la fe salvadora es también la fe que nos conduce a vivir en santidad. David aquí dice que la fe genuina es aquella que produce como resultado las obras que este Salmo describe. Este Salmo no nos presenta un catálogo completo de virtudes ni nos presenta una lista exhaustiva de las cualidades éticas. La ética bíblica no es relativista; es una ética que se basa en la verdad y la justicia. El que hace justicia actúa de manera correcta, ayuda a los necesitados y no usa a los demás para su provecho personal.

Todos somos responsables de tomar decisiones justas, para así construir una sociedad fundamentada en la justicia y en la equidad. Nuestra vida interior también debe ser sana, sincera y honesta. “El que camina en integridad anda confiado; mas el que pervierte sus caminos será quebrantado.” (Proverbio 10:9). El hombre perverso está expuesto a la vergüenza y al castigo público. La madurez que viene a través de las enseñanzas bíblicas nos da confianza en Dios. Pero el que obra con engaño tuerce su camino y será castigado por su actitud. “Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad;... (Josué 24:14). La manera en que vivimos les demuestra a los demás la seriedad de nuestro compromiso para servir a Dios. Estamos viviendo en medio de gente malvada cuyas normas y principios morales se están desgastando cada día más. Pero nuestro estándar de vida no proviene de la sociedad en que vivimos, sino de Dios. El verdadero cristiano es totalmente sincero en sus palabras. “Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios.” (Proverbios 4:24).

Lo que verdaderamente importa no son las formas ni las ceremonias, sino el carácter que se manifiesta a través de nuestras acciones. El cristiano debe siempre hablar la verdad. Al hombre que habla verdad en su corazón Dios lo eleva a posiciones de liderazgo y honor. “Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez.” (Éxodo 18:21). El cristiano debe ser un hombre de valor o una mujer de valor. Estos son los que tienen respeto y reverencia delante de Dios; son personas dedicadas a él y se mantienen firmes en su fe. Necesitamos ser hombres y mujeres de verdad cuyas palabras puedan ser aceptadas al pie de la letra. 

Este Salmo nos enseña la necesidad de acercarnos a Dios con humildad y reverencia. Dios nos está desafiando a servirle con integridad, justicia y verdad. Es triste ver la desintegración acelerada de las relaciones humanas. Los hombres utilizan la manipulación de las palabras para engañar y extorsionar a los demás. La degradación del amor y la sexualidad resulta preocupante y desalentadora para la vida. Los niveles de violencia es uno de los indicadores de que nos encontramos en una pendiente peligrosa de deshumanización. El empobrecimiento de espíritu nos revela el vacío que hay en el interior de los seres humanos. 

Los hombres y mujeres de Dios deben ser capaces de discernir y no tener una visión borrosa a la hora de hacer ciertas distinciones morales. El creyente discierne de manera apropiada entre el pecado y la justicia, entre las tinieblas y la luz, y entre el bien y el mal. Dios mantiene una relación especial con los rectos de corazón. “El provee de sana sabiduría a los rectos; es escudo a los que caminan rectamente” (Proverbio 2:7). El justo no toma cohecho contra el inocente. Aborrece toda perversión de la justicia, y desaprueba al viejo dicho: “todo hombre tiene su precio”. El creyente debe vivir para Dios porque de otra manera no estaría cómodo en Su presencia. Dios quiere cambiar nuestras vidas. Quiere que su pueblo sea justo, recto, misericordioso y humilde. No solo que realicemos actos religiosos, sino que vivamos correctamente. El desarrollo de una íntima relación con Dios es el propósito de la verdadera religión: Las ceremonias externas sólo tienen valor si contribuyen a ese desarrollo. Pero debido a que con frecuencia es más fácil practicar un culto externo que cambiar las malas acciones del corazón, los hombres prefieren las formalidades externas. La integridad tiene que estar presente en nuestras vidas diarias, ser constante y permanente en nosotros. Tiene que estar presente en el hogar porque debemos observar las reglas que rigen nuestra conducta y las relaciones entre un hombre y una mujer, y entre padres e hijos. ¡Amén! Autor Pastor Víctor García Gómez